Durante el siglo X se produce una expansión del núcleo urbano cordobés hacia Occidente reflejada en la creación de nuevos arrabales que dotan a la ciudad de una extensión hasta ese momento nunca vista. Este desarrollo se pone de manifiesto en la aparición de zonas densamente pobladas por unidades domésticas con las que se entremezclan otras clases de edificaciones relacionadas con actividades religiosas, industriales y comerciales de las comunidades que las habitan, además de cementerios y otros espacios abiertos. Una de esas zonas es la estudiada por Elena Castro del Rio en su libro "El arrabal de época califal de la zona arqueológica de Cercadilla: La arquitectura doméstica" que ha editado el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba en colaboración con la Diputación Provincial.

Las viviendas de este arrabal responden a un mismo esquema con una serie de espacios comunes a todas que pueden multiplicarse según el nivel adquisitivo del propietario y el terreno con que cuente en cada caso. De cualquier modo los restos exhumados nos hablan de que los habitantes de los arrabales cordobeses gozaban de una amplia variedad de posibilidades económicas, lo que se traducía en un nutrido número de viviendas con dimensiones y elementos arquitectónicos muy dispares.

Sobre ellos versa este estudio que analiza el tamaño y estructura de estas viviendas, asi como sus elementos, sistemas de saneamiento y abastecimiento de agua, técnicas y materiales constructivos etc… en el marco del discurrir histórico y político del momento. El arrabal de Cercadilla es así una zona arqueológica que habla de un momento de expansión urbana de Qurtuba que tuvo sin embargo un corto periodo de duración, aunque suficiente para dejar huella. Una serie de acontecimientos políticos y la caída del Califato provocaron una situación de temor generalizada en la población que abandonó las casas y los arrabales donde había permanecido durante cerca de un siglo para refugiarse, de nuevo en el recinto amurallado. Y ya, durante muchos siglos, esos terrenos quedarían sin ocupación hasta los siglos XIX y XX, y aún hoy, en algunos casos, así permanecen.